martes, 29 de junio de 2010

Material para un poema

Esto no es un manifiesto
tampoco se le tache de poema,
es simplemente una declaración:

Esto pudo haber sido un material para poema, pero se convirtió en pastiche de Neruda y sabe que tanto más. Ni siquiera tiene fecha, no recuerdo cuando lo escribí.



Sucede que la vida para mi es una poesía
un don de hombres y un sueño de dioses
por eso quiero venir a escribirle la canción
a cantarla con el bardo, el aedo, el rapsoda
el juglar y el trovador.
Osea que quiero para todos ustedes
que ven en donde yo veo y que cantan donde yo canto
por lo menos un triunfo, una seguridad infinita
una rosa, una patria, una espada.

La rosa sean las tardes tranquilas
los domingos de lluvia y pensamientos febriles
en que nos entendemos un poco
nos conocemos, nos adivinamos
y sabemos que de la vida solo nos queda
beber, amar y rodearse de amigos.

La patria podrían ser tus ojos
el lento, impasible transcurso de las horas
y la sonrisa perfecta,
la clara y luminosa sonrisa
donde se guardan las esperanzas.

La espada pues el arte o la conciencia.
O ambas.
No se puede cantar a Schumann con hambre
y no se puede soñar con flores en África subsahariana
Sobre hablar de deber o de utopías
el sueño del hombre es el final de la vida.

No soy árbol para permanecer inmóvil
ni ave para volar sobre los demás
soy sólo un hombre que mira al cielo
como mira a las páginas de un libro sabio
como mira unos ojos cafeses
y se pregunta ¿en dónde?
¿porqué? y ¿quién entonces creó todo esto?
Lo maravilloso, lo sublime
lo dotado de belleza, lo terrenal y lo divino.
Ya sé que Kant y que Descartes,
no me importa, allá ellos y sus conciencias.
Lo único cierto es que la noche y sus estrellas
tienen un lenguaje puro y fresco
como la brisa o como el aliento de un ser etéreo.

A Rogelio, a Darío, a Jorgito
a Erika, a Oscar, a Karlita
a Gabriela, a Paola, a José
a Aida, a Norita, a Radilla
a Armando, a Memo, a Diana
a Mario, a Jonathan, a Pablo
a Carolina, a Jimmy, a Andrés
a Mauricio, a Mónica, a Diego
a Ángel, a Claudia, a Leonardo
a Carmen, a Jesús, a Cortázar
a César, a Kika, a Natalia
a Tolula, a Oliveira, a Ricardo
a Lenin, a los del comité,
a Yeyo, a Laura, a Victor,
a Rosa, a Carlota, a Griselda
les puedo y les debo dar las gracias
y dejarles un poco de lo que
este sueño me ha dejado.
Ya por si mismos han sabido muchas cosas
y lentamente, inexorablemente irán sabiendo muchas más.

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